Qué es el trastorno dismórfico corporal
A muchos nos pasa que no nos sentimos conformes con algún aspecto de nuestra apariencia física y queremos cambiarlo. Para eso están los tratamientos estéticos, para sacarnos unos años de arriba o la grasa acumulada que no logramos quemar ni con dieta ni con ejercicio.
El problema surge cuando la autoimagen, la imagen que tenemos de nuestro propio cuerpo, se empieza a distorsionar. Esto puede derivar en un trastorno obsesivo y en cuadros de ansiedad o depresión. Quienes se acomplejan en demasía, experimentan sentimientos de rechazo hacia sí mismos y un trastorno emocional que no se soluciona con una cirugía o un combo de tratamientos, porque nunca consiguen estar a gusto con los resultados.
A esto se lo denomina trastorno dismórfico corporal o dismorfofobia, término acuñado por Enrico Morselli en 1886. Se estima que entre el 1 y 2% de la población manifiesta esta preocupación excesiva por un defecto físico, con independencia de que realmente este exista o no. Muchas veces no se centran en un único defecto, sino que su preocupación se extiende a varias partes del cuerpo. Esa obsesión los lleva a desarrollar ciertos problemas de integración social y a problemas de ansiedad o depresión.
La belleza relativa
Los motivos que desencadenan el trastorno dismórfico corporal difieren de una persona a otra. Sin embargo, la mayoría de los investigadores creen que podría ser una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales. Los primeros síntomas se manifiestan en la adolescencia o en la temprana adultez y se relaciona directamente con el entorno, con las críticas personales. El inicio de los síntomas generalmente ocurre en la adolescencia o en la edad adulta temprana. Ocurre en hombres y mujeres por igual y no se relaciona directamente con problemas de egocentrismo porque ocurre en personas que tienen baja autoestima, fobia social y otros trastornos emocionales.
Que aparezca en la adolescencia y no en otra etapa de la vida tiene que ver con el entorno. Es entonces cuando más se sufren las burlas, las críticas y el acoso físico. Esos son los años en los que la apariencia lo es todo y la apariencia los hace sentirse parte de un grupo o de una comunidad, estar integrados. A ello se suma el entorno mediático centrado de manera exclusiva en la cultura del cuerpo. Otros desencadenantes pueden ser problemas familiares o laborales, una ruptura o el padecimiento de otros trastornos emocionales pueden también causar dismorfofobia.
Por qué la cirugía no es la solución
Los estudios revelan que entre un 23 y un 40% se somete a cirugías plásticas y un 12% sigue tratamientos dermatológicos. El problema es que las cirugías repetidas aumentan la insatisfacción. El problema no está en el quirófano. Las personas que padecen este trastorno viven obsesionadas con defectos que no existen. Eso los lleva a planificar cambios estéticos que nunca los dejan conformes. Por eso la cirugía estética no puede ser nunca la solución al problema, que debe ser tratado con apoyo psicológico o psiquiátrico.
Cuando un paciente acude a la primera consulta con el médico cirujano, el diagnóstico psicológico es fundamental. El especialista debe evaluar al paciente para ver si el problema es real o está sobrevalorándolo. Muchos insisten y por eso es habitual que busquen otro médico si el primero no les recomienda el tratamiento que buscan.
Algunos de los síntomas de este trastorno son:
- Pensamientos obsesivos acerca de los defectos percibidos.
- Conductas compulsivas
- Depresión o ansiedad
- Fobia social
- Baja autoestima
- Sentimientos de inferioridad e inadecuación
- Conductas de evitación: evitan salir de casa, relacionarse; o solo salen en momentos puntuales; por ejemplo, por la noche
- Conductas de dependencia o seguridad: dependen de la compañía de un compañero, amigo o familiar. Esto les disminuye la ansiedad
- Bajo rendimiento laboral o académico por falta de concentración
- Problemas matrimoniales o de pareja
- Abuso de alcohol o de otras sustancias
- Perfeccionismo, control excesivo de la imagen, ritualización de rutinas estéticas
La ayuda psicológica en el tratamiento del TDC
El trastorno dismórfico corporal puede tratarse e incluso superarse. Pero es fundamental contar con la ayuda y acompañamiento de un psicólogo o psiquiatra que dirija la terapia. La mayoría de los profesionales que conocen y tratan el tema apuestan por terapias cognitivo-conductuales que permiten controlar muy bien el problema para que el paciente supere sus problemas de autoestima y mantenga relaciones sanas en el ámbito laboral, familiar y social.
Lo primero que hay que hacer es aceptar el problema y buscar ayuda: primero con familiares, amigos y luego con profesionales. Como decíamos, la terapia cognitivo conductual se centra en la actitud del individuo hacia su propio cuerpo y su apariencia física, para controlar la necesidad de llevar a cabo comportamientos negativos y ayudar al paciente a sentirse menos ansioso respecto a su propia imagen corporal. Distintas técnicas cognitivo conductuales suelen emplearse: técnicas expositivas, habilidades sociales y reestructuración cognitiva. El objetivo del terapeuta cognitivo conductual es identificar las conexiones entre los pensamientos, sentimientos y el comportamiento del paciente, para que éste pueda adquirir habilidades prácticas para superar este trastorno.
↪️ ¿Querés saber más sobre este trastorno? Visitá nuestro foro y sumate a la comunidad.