El Botox, también conocido como toxina botulínica, es una proteína que se utiliza para reducir las líneas de expresión faciales paralizando los músculos mímicos. Se utilizó durante mucho tiempo en oftalmología, neurología y ortopedia, pero entró en el campo de la medicina estética en los años 90, y desde entonces se ha convertido en el tratamiento de rejuvenecimiento más utilizado en el mundo.
Su éxito se debe a sus características mínimamente invasivas (hasta la fecha no se conocen contraindicaciones significativas que impidan el uso de la toxina botulínica en adultos), también porque permite mejorar algunos rasgos de la cara sin cambiar o distorsionar las características faciales obteniendo resultados naturales.
El botox o toxina botulínica es una proteína utilizada en la medicina estética para reducir la actividad de la contracción de los músculos de la cara y atenuar las arrugas de expresión.
La toxina botulínica (conocida con el nombre de Clostridium botulinum) fue descubierta en 1895 por el bacteriólogo belga Émile van Ermengem, profesor en la Universidad de Gante. Esta bacteria era la responsable de fabricar una proteína que provocaba la más poderosa sustancia neurotóxica conocida. En la década de 1920, la toxina botulínica de tipo A es aislada de forma purificada por el Doctor H. Sommer de la Universidad de California. Y en 1946, el Doctor Edward J. Schantz de la Universidad de Wisconsin, consigue aislar la toxina de forma cristalina. En 1950, el Doctor Vernon Brooks demuestra que la toxina bloquea la liberación de acetilcolina en las neuronas motoras lo que produce la relajación del músculo.
Hasta la década del 70 no se evaluó la posibilidad de su uso médico. Según el Dr. Mauricio Navarro, los primeros usos de esta toxina con fines médicos, son hacia 1973 cuando el investigador Alan Scott lo utilizó en el estrabismo ocular. Más tarde se fue usando en otras dolencias oculares como el blefaroespasmo. Posteriormente se utilizó para otros tipos de distonias, tanto cervicales, como faciales y tortícolis espasmódica.
En 1988 la empresa Allergan Inc. compró los derechos para distribuir la toxina botulínica de tipo A. Es en el año 1989 cuando la Oculinum Inc. consigue la autorización de la Food and Drugs Administration (FDA) para comercializar la toxina para tratar el estrabismo y el blefaroespasmo (movimiento localizado que afecta a los párpados) asociado con la distonía. Después de este avance, Allergan adquiere Oculinim y tras el visto bueno de la FDA, cambia el nombre de la toxina a botox.
De acuerdo con el informe ISAPS de 2016, es el tratamiento estético más solicitado en el mundo por decimocuarto año consecutivo, con un total de 4,931,577 de intervenciones realizadas, el 37.3% del total de tratamientos cosméticos no quirúrgicos realizados en el año 2016. Estados Unidos se mantiene en el primer puesto, con casi 1,118,370 tratamientos llevados a cabo en el 2016, seguido por Brasil e Italia. En Argentina se realizaron 46,472 ese año. El tratamiento tiene un índice de satisfacción del 72%.
¿Cuál es el paciente ideal para la toxina botulínica? Según el informe de la ISAPS, los pacientes que requieren este tipo de tratamiento pertenecen al rango de edad de 35 a 50 años. En general, se utiliza en pacientes mayores de 30 años.
Las mujeres suelen ser las que más solicitan este tratamiento aunque en los últimos años también ha aumentado considerablemente el número de hombres que se aplican Botox. No obstante, suelen solicitarlo con distintas finalidades. Mientras que las mujeres lo utilizan para el rejuvenecimiento facial, los hombres lo solicitan por problemas relacionados con la hiperhidrosis axilar o sudoración excesiva.
Hasta la fecha, el uso mayoritario del Botox es con fines estéticos, de hecho, es un excelente método de rejuvenecimiento que permite eliminar los signos de la edad con resultados muy naturales. Si bien existen 7 tipos diferentes de neurotoxinas (A,B,C,D,E,F,G), solo la tipo A Y B tiene uso medico estético, y comercialmente reciben el nombre de: BOTOX, XEOMIN, DYSPORT MYOBLOC.
¿Cómo funciona? Según el Dr. Emmanuel Manavella Chiapero, el tratamiento con toxina botulínica se utiliza para las líneas de expresión del tercio superior de la cara (perioculares, entrecejo, frente, etc.). Lo que hace es relajar los músculos de la cara que son los que forman estas arrugas. De esta manera se obtiene una expresión más relajada y juvenil.
Cuando se realiza este bloqueo de la musculatura también se puede obtener un efecto similar al del lifting frontal pero sin cirugía. Esto se debe a que también se eleva la caída de la parte externa de la ceja sobre el ojo. Hay que tener en cuenta que la toxina botulínica no es un material de relleno y que por lo tanto no aporta volumen, sino que relaja los músculos, lo que permite que la expresión siga siendo natural.
La elección del médico para realizar cualquier tratamiento estético es fundamental para garantizar el éxito del tratamiento deseado. Es importante establecer una relación de confianza entre el médico y el paciente, por eso sugerimos realizar una o varias consultas personales para conocer al profesional y exponer todas las dudas y preguntas.
En Argentina, la toxina botulínica puede ser aplicada únicamente por profesionales de la medicina .Se puede consultar el listado de profesionales en la SOARME (Sociedad Argentina de Medicina Estética) o en la Asociación Médica Argentina.
La Toxina Botulínica tipo A es un tratamiento médico estético que se utiliza para borrar las arrugas dinámicas (por movimientos) del rostro, ya que su mecanismo de acción es paralizar el músculo que produce dicho movimiento. Los puntos de aplicación más utilizados son: la frente, el entrecejo y las arrugas perioculares o más conocidas como “patas de gallo” y las peribucales para eliminar las arrugas del labio superior "el código de barras", dice la Dra. De Giuseppe de Medvital.
El Botox se aplica a través de microinyecciones. Por lo general no es doloroso y es bien tolerado por el paciente. En el caso de pacientes con umbral bajo de dolor, se puede colocar crema anestésica minutos antes a la colocación. No requiere de reposo aunque se recomienda:
Para actuar correctamente, la toxina necesita 3 a 4 días. Los primeros resultados serán visibles a partir del quinto día. Tiene una duración de 4 a 6 meses, y luego la piel queda como antes o mejor. En ningún caso los efectos son negativos o peores.
Según el Dr. Emmanuel Manavela Chiapero al finalizar el tratamiento el paciente no notará cambios importantes. Los resultados definitivos se empiezan a ver entre el tercer y el quinto día y va progresando dentro de los quince días posteriores a la aplicación. Lo importante a destacar es que después de la sesión se puede retomar la vida laboral sin problemas.
Si bien la toxina afecta irreversiblemente la unión neuromuscular, su efecto no es permanente, y por desarrollo de nuevos terminales nerviosos su acción se ve terminada a los 4 a 6 meses, dependiendo del tipo de contracción muscular (cinética, hipercinetica ó hipertonica) y la cantidad de unidades aplicadas. Por lo tanto, es un tratamiento reversible, sencillo, que en manos expertas, pueden mejorar notablemente nuestro aspecto. En el primer año, el tratamiento debe realizarse cada 4 meses y a partir del segundo año, cada 6.
Las ventajas en comparación con otras técnicas de rejuvenecimiento tienen que ver con el bajo porcentaje de contraindicaciones que tiene. De hecho, la ISAPS informa que no se han registrado efectos secundarios particulares con la terapia botulínica. En resumen, las ventajas de Botox son:
La toxina botulínica es un tratamiento seguro y eficaz que tiene diversos usos. Hasta la fecha, una de las principales ventajas del tratamiento botulínico es que no tiene contraindicaciones. No es invasivo y el único efecto secundario podría deberse a una reacción alérgica, además de la posible presencia de inflamación o infección en el lugar de la inyección.
Los efectos secundarios de la toxina botulínica suelen ser transitorios, desaparecen con la absorción progresiva de la toxina. Pueden producirse por una posible diseminación del fármaco hacia los grupos musculares adyacentes. Algunos pacientes informan que sufren de leves dolores de cabeza las horas posteriores al tratamiento, pero al poco tiempo desaparece. Por seguridad, está contraindicado su uso durante el período de gestación y lactancia.
En los últimos años, el uso de la toxina botulínica se ha extendido para tratar algunos trastornos no estéticos. Las inyecciones de toxina botulínica son particularmente necesarias para el tratamiento del bruxismo y de la hiperhidrosis.
La toxina botulínica es útil no solo para fines estéticos, sino que también se usa ampliamente en otras especialidades médicas para combatir problemas relacionados principalmente con la actividad muscular y endocrina:
Un innovador estudio publicado en 2006 por el Dr. Eric Finzi argumento que la toxina botulínica puede utilizarse también para tratar la depresión. De acuerdo con la teoría de la retroalimentación facial, nuestros estados emocionales están relacionados con nuestras expresiones faciales. Una actitud mímica involucrada en una sonrisa envía impulsos de felicidad al cerebro, haciéndonos sentir menos tristes y estresados.
Según el Dr. Finzi, la capacidad de Botox para inhibir la contracción de los músculos faciales mejora los síntomas de la depresión como cualquier medicamento antidepresivo, ya que reduce las señales que los músculos envían a la amígdala, el área del cerebro que controla nuestra las emociones.
De la toxina botulínica se escucha cada vez más a menudo, el AITEB advierte contra las muchas leyendas urbanas relacionadas con el uso de esta droga, vemos las más difundidas: