Los lunares se producen por la concentración de células pigmentadas (melanocitos) en la piel. Algunas de estas células son peligrosas y pueden volverse malignas (melanoma). Se diagnostican entre 2 y 3 millones de casos de cáncer de piel por año, de los cuales 230.000 corresponden a melanoma.
El término médico que se utiliza para denominar a los lunares es “nevos”. Son un tipo frecuente de crecimiento en la piel ocasionado por un grupo de células pigmentadas. Suelen aparecer durante la niñez y la adolescencia y es normal que todos tengamos entre 10 y 40. Algunos permanecen iguales toda la vida y otros cambian de aspecto o pueden desaparecer con el tiempo.
La mayoría de los nevos son benignos. En raros casos se vuelven cancerosos. Pero es importante controlarlos para detectar a tiempo posibles casos de cáncer de piel, especialmente el melanoma maligno.
Los lunares pueden ser rosados, morenos o marrones. Pueden ser planos o elevados. Generalmente son redondos u ovalados y de un tamaño no mayor al de una goma de borrar.
Los lunares comunes adquiridos se encuentran en cualquier parte del cuerpo y mayormente en personas de piel clara. Su aparición se debe, por lo general, a la exposición al sol. Hay que prestarles atención para ver si cambian de forma o de color con el tiempo.
Los lunares atípicos son más grandes que los comunes y pueden ser lisos o rugosos. Tienen un tono beige o marrón y pueden aparecer solos o agrupados. Se recomienda examinarlos habitualmente porque incrementan el riesgo de melanoma.
Los lunares congénitos pueden ser redondos u ovalados y la coloración puede ser desigual. Aparecen en los recién nacidos y su aparición tiene que ver con la genética. Si hay tendencia en la familia, aumenta la probabilidad de que se manifiesten.
Los lunares spitz aparecen normalmente en los chicos entre los 3 y los 13 años de edad. El lugar donde se ubican habitualmente es el rostro o la cabeza. Son lisos y benignos y por eso no se recomienda eliminarlos, salvo que tengan una tonalidad rojiza o elevaciones. También se los conoce como lunares de células fusiformes.
Los lunares con aureola se forman con una lesión y lo que los distingue es que tienen una aureola blanca alrededor, efecto de la despigmentación de la piel. Suelen ser inofensivos y con el tiempo hasta pueden desaparecer.
El melanoma es la complicación principal de los lunares. Algunas personas tienen mayor riesgo por cuestiones genéticas. Pero además, entre los factores que aumentan el riesgo de melanoma podemos mencionar:
En esta nota podés leer más información sobre cómo distinguir los lunares comunes de los malignos.
En líneas generales, podemos decir que el control de los lunares o nevos debe realizarse al menos una vez al año en una consulta dermatológica. Como decíamos anteriormente, en pacientes que tienen antecedentes personales o familiares de cáncer de piel, se recomienda hacer un control más frecuente.
Es indispensable realizar una consulta con un médico dermatólogo cuando:
La primera consulta siempre debe realizarse con un dermatólogo que es quien determinará si el lunar es benigno o maligno y derivará a un cirujano plástico para sacarlo o indicará si es más aconsejable quitarlo con láser.
No todos deben ser eliminados. En la mayoría de los casos se realiza con una finalidad estética. Pero también puede que el dermatólogo observe alguna lesión pigmentada irregular y puede realizar una extracción y posterior biopsia del mismo para descartar la existencia de un cáncer de piel.
Por ejemplo, según el doctor Hernán Liceda, que un lunar tenga prurito (picazón) es uno de los elementos que indican que hay que sacarlos quirúrgicamente y realizar el estudio histopatológico correspondiente. Entonces siempre es necesario evaluar el caso de cada paciente para determinar cuál es el método más efectivo.
Hay diversos métodos que se pueden emplear para eliminar un lunar. La elección de una técnica o de otra depende de varios factores como del tipo de lesión, su localización, la finalidad de la eliminación y la preferencia del paciente. Se pueden emplear las siguientes técnicas:
Después de la cirugía, el proceso de recuperación suele ser rápido (entre 1 y 3 semanas) y la cicatriz se va atenuando con el paso del tiempo. No obstante, no todas las personas cicatrizan de la misma manera, ni todas las zonas del cuerpo cicatrizan igual.
Algunas recomendaciones posteriores a la cirugía son:
En el tratamiento láser, el médico puede recomendar una pomada especial que deberá aplicarse según las indicaciones. Estas cremas mejoran la cicatrización y hacen que la piel se cure más rápido.
En ambos casos, es fundamental que el paciente tome recaudos con respecto a la exposición solar. Hay que proteger la piel de los rayos UV del sol y evitar así la aparición de nuevas manchas y nevos provocados por la sobreexposición al sol.